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ROSARIO
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viernes, 22 de febrero de 2013

Lunes 18 de Febrero de 2013 -/- Columna Semanal-/- Diario El Ciudadano-/- El ascenso de lo montruoso-/- Por Carlos Solero-/- El nazismo es uno de esos fenómenos que poseen una dimensión de desmesura en todas sus facetas: nacionalismo y racismo exacerbados, un culto del militarismo y la xenofobia. Sus efectos se hicieron sentir varias décadas, y sus ecos aún estremecen.-/- El nazismo es uno de esos fenómenos políticos que poseen una dimensión de desmesura en todas sus facetas. Un nacionalismo y racismo exacerbados, un culto del militarismo y la xenofobia con antecedentes en los ideólogos del belicismo expansionista prusiano y las ideas de filósofos del siglo XIX como Fitche. Sus efectos se hicieron sentir por varias décadas en la pasada centuria y sus ecos aún estremecen. ¿Cómo un grupo de fanáticos mediocres y criminales logró ascender? La respuesta no es unívoca y por supuesto se deben considerar factores socioculturales, socioeconómicos y la clara permeabilidad del capitalismo para mutar del liberalismo de las burguesías occidentales al horror que tiñó de sangre múltiples latitudes. El nazismo encontró el apoyo de las masas desencantadas de la primera posguerra mundial y de intelectuales como Martin Heidegger, Ernst Junger, Carl Schmitt, también la digna resistencia de otros escritores como Bertold Brecht, filósofos como Herbert Marcuse, Max Horkheimer, Erich Fromm y miles de personas en todo el mundo como la actriz Marlene Dietrich y las alianzas de artistas antifascistas como Federico García Lorca, León Felipe, Raúl González Tuñón y Waldo Frank. En enero de 1933 los nazis llegaron al poder en Alemania cuando Adolfo Hitler fue proclamado canciller por el mariscal Paul von Hindenburg. Entre diciembre de 1918 y enero de 1919 había sido aplastada la experiencia de los consejos obreros, la Revolución de los espartaquistas y asesinados por los frei corps de Gustav Noske, entre otros los socialistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebneckt, también los anarquistas Erich Mushan y Gustav Landauer, además de Kurt Eisner. La defección de los socialdemócratas y liberales tendió el puente de plata para que la desfalleciente República de Weimar abriera las puertas de un horror que costó la vida de varios millones personas. En efecto, la hiperinflación agotó y diezmo las voluntades de millones de seres, la aplicación del tratado de Versalles por parte de las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial sembró las semillas de una hecatombe fenomenal. Ya en febrero de 1933 Hitler logró hacerse con plenos poderes y miles disidentes políticos fueron apresados por las fuerzas represivas estatales; era el comienzo de una tragedia que duraría doce años. Como afirmó recientemente en un discurso Norbert Lammert: “La ley de plenos poderes que aprobó el Reichstag permitió a Hitler gobernar por decreto, pero sobre todo el terrorismo político sin parangón puesto en marcha por el régimen fue lo que pavimentó el camino hacia la dictadura”. Con motivo del incendio del Reichstag, el 27 de febrero de 1933, Hitler ordenó la detención de unos 30.000 adversarios políticos, sobre todo comunistas, muchos de ellos fueron asesinados. El ascenso de los nazis al poder contó con el sólido apoyo de los grandes capitanes de la industria y la burguesía, así como con la complicidad de la jerarquía vaticana encarnada en Pío XII. La “Solución Final” Solución Final; así llamaron los nazis a sus operativos de exterminio de seres humanos indefensos, previo despojo de sus bienes y posterior envío a campos de exterminio; el siniestro Himmler fue uno de los brazos ejecutores de este horror. El botín con que se hicieron los verdugos pasó a formar parte del patrimonio de los jerarcas nazis (como en el caso de las obras de arte), o bien circuló como mercancía, tal como décadas después hicieran algunos esbirros de la dictadura cívico-militar argentina de 1976. El nazismo tomo como chivo expiatorio de la miseria de Alemania a las personas perteneciente al judaísmo, pero las persecuciones y matanzas se extendían a otras etnias como los gitanos, por supuesto a los disidentes políticos, principalmente socialistas, comunistas y anarquistas. Los campos de concentración trabajos forzados y exterminio se poblaron poco a poco de cientos y de miles personas, transformándose ellos mismos en una fuente productiva y redituable de la maquinaria terrorista de Estado. Diseminados no sólo por Alemania sino por otros territorios de Europa Central como Polonia. Se estima que murieron en este genocidio alrededor de seis millones de personas Ascenso y caída del III Reich El ascenso vertiginoso en 1933 y la estrepitosa caída en 1945 del régimen erigido por el Tercer Reich es una verdadera parábola de un siniestro proceso socioeconómico y sociopolítico que marca a fuego la historia contemporánea. Y por sobre todo el siglo XX. Millones de personas involucradas en matanzas de extraordinaria magnitud. Diversas latitudes en las que se desarrolló la segunda Guerra Mundial que enfrentó al Eje Roma-Berlín-Tokio con los Aliados: Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la Unión Soviética. El nazismo, un fenómeno social complejo y monstruoso acompañado en sus inicios por masas fanatizadas en el nacionalismo, la expansión territorial y el más irracional de los sentimientos belicistas. Luego ciudades devastadas por la guerra. Cabe preguntarse: ¿cómo pudo haber sucedido? No existe una respuesta unívoca para el interrogante y de hecho la bibliografía al respecto es profusa. Acerca del fenómeno nazi y desde nuestra perspectiva señalamos al menos tres libros que nos parecen insoslayables: el ensayo de Wilhem Reich Psicología de masas del fascismo, El miedo a la libertad de Erich Fromm y El Tercer Reich de Michael Burleigh. Además al colofón de barbarie belicista que significó la Segunda Guerra Mundial debemos agregar el lanzamiento de las dos bombas atómicas en Japón por parte del estado Norteamericano cuyos letales efectos persisten, en el cuerpo de sus víctimas. Al realizar estas reflexiones no podemos dejar de invocar la novela de Albert Camus La Peste, “nunca estaremos seguros que estos flagelos no retornarán a nuestras sociedades, debemos permanecer alertas”.

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