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ROSARIO
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sábado, 1 de diciembre de 2007

La muchacha de Qatif

Por Carlos A. Solero*

¿Puede la difusión de un crimen aumentar la condena de la víctima del mismo?
La respuesta es afirmativa si frente a la víctima se halla un poder omnímodo que cuenta con la arbitrariedad de los jueces y el consuelo espiritual de fanáticos y sacerdotes.
El hecho en cuestión se desarrolla en Arabia Saudita, una joven de 19 años fue violada por varios individuos y el sistema judicial terminó acusándola de adulterio y castigándola a la pena de 90 latigazos, la condena se intensificó porque la mujer denunció la violación por medios de comunicación masiva. La leyes islámicas no permiten a las mujeres transitar por lugares públicos sino bajo la tutela de un varón de su familia.
Ahora bien, en estas latitudes si bien el sistema judicial tiene otros métodos y procedimientos en muchos casos la demostración y pruebas que deben ofrecer las mujeres frente a vejámenes, abusos y atropellos contra su integridad física, psíquica y moral es casi una nueva violación. Ciertos interrogatorios en instancias legales y judiciales son ejemplo de la violencia de género entronizada y de violencia simbólica instituida.
La muchacha de Qatif no es un caso aislado en el mundo, en este territorio cientos de niñas padecen la explotación de redes de proxenetas amparados por oscuros poderes.
Debemos actuar solidarios con estas víctimas de la dominación que siguen padeciendo el escarnio aun en este milenio.

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