LA DICTADURA EN EL SUR SANTAFESINO / Jorge Cadús
UNA MEMORIA ROJA
El 24 de marzo de 1976 se inició el último y más salvaje período dictatorial que vivió el país, el que se extendería por más de siete años y medio. María Estela Martínez, viuda de Perón, fue desalojada de la presidencia de la Nación. Los secuestros, las torturas, la desaparición de personas, la censura, el robo de bebés, la absorción estatal de las deudas privadas tendrían, desde ese miércoles 24 de marzo, su página de acero, billete y sangre en los manuales de la brutalidad universal, pero en clave argentina. Y el sur de la provincia de Santa Fe no fue ajeno a esta historia.
PAÍS DOLOR
Víctor Hugo Fina trazó las coordenadas de su vida a través de los pueblos de esta región.
Nació en Colón, el 14 de julio de 1953. Pasó por Juncal, donde cursó el Ciclo Básico Comercial en la Escuela N° 47 Mariano Moreno. Después pasó por Whellwright, donde cursó el 4° Año en la Escuela de Comercio N°22; para terminar sus estudios secundarios en la Escuela Normal N°37, de Alcorta, en el año 1970. Por entonces, sus amigos lo bautizaron Anteojito.
Después, marchó a Rosario. Lo esperaban los estudios universitarios; el amor de Isabel Ángela Carlucci -estudiante de Psicología-; el hijo al que llamaron Iván; y una intensa militancia compartida en el PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores - Ejército Revolucionario del Pueblo). Allí, bajo el nombre de guerra de Marcelo, Víctor llegaría a ser responsable del área Logística.
El 10 de agosto de 1976, fuerzas de seguridad pertenecientes al Ejército y la Policía provincial, rodearon la planta de la firma Mondoni SRL, en Capitán Bermúdez, y se llevaron detenida a Isabel Ángela Carlucci, por entonces embarazada de ocho meses. El mismo día, en otro operativo de "fuerzas conjuntas", irrumpieron en el domicilio familiar de Isabel, en calle Valparaiso 2017 de Rosario, y asesinaron a su compañero, Víctor Hugo Fina. Iván, que sobrevivió al procedimiento, tenía entonces 11 meses.
El hecho fue dado a publicidad en un escueto comunicado del II° Cuerpo de Ejército, reproducido por el diario rosarino La Capital en su edición del día miércoles 11 de agosto de 1976: "se realizó por parte de efectivos militares y Policía Federal Argentina un reconocimiento operacional en la vivienda ubicada en la calle Valparaíso 2017 de la ciudad de Rosario, siendo abatido un delincuente subversivo que pertenecía a la organización declarada ilegal en primer término. Se trataría de Víctor Hugo Fina, alias Marcelo. Se secuestró importante documentación subversiva".
El relato de la madre de Víctor Fina, Rosalía Muñoz, es revelador.
Rosalía se encontraba en su casa junto a sus otros dos hijos, Adriana y Edgardo. Cuenta que "llegaron varias personas que irrumpieron en mi domicilio y también llegaron de los techos de la vivienda. En ningún momento se identificaron, y estaban vestidos de manera de ocultar sus verdaderas identidades. Lo que querían saber era el domicilio de mi hijo mayor y su mujer".
"Todas las personas que participaron del procedimiento tenían puestos borceguíes oscuros y usaban pantalones dentro de los borceguíes y los pantalones eran de color oscuro. Después que sucedió eso en mi domicilio me trasladé inmediatamente al lugar donde vivía mi hijo, pero no me dejaron pasar", cuenta la mujer, que brindó su testimonio en la causa judicial que investiga la muerte del joven y la desaparición de su esposa. Allí describió su derrotero: "Me dirigí a la comisaría 13° de Policía a hacer la denuncia. Y estando en ese lugar advertí que tenían todas las cosas que habían sacado de la casa de mi hijo. Es decir, heladera, unas sillas, la ropa, etcétera. La noche de ese día 10 de agosto de 1976 recuerdo que escuché por la radio que mi hijo había muerto como resultado del procedimiento realizado en su domicilio", señala Rosalía.
"Cuando me entregaron su cuerpo lo desvestí por completo, porque lo que a mi más me preocupaba era saber si lo habían torturado o no. Pude comprobar que tenía cinco disparos, pero no advertí signos de que hubiera sido torturado", describe la madre del joven. Los restos de Víctor Fina fueron sepultados en el cementerio de Alcorta, y parte de su familia tuvo que emigrar de la localidad.
Rosalía intentó saber también qué había sucedido con Isabel, preocupada por el grado avanzado de embarazo. Nunca supo qué pasó con ella.
En agosto del 2010, Iván Fina se presentó como querellante en la causa judicial que tiene al General Ramón Genaro Díaz Bessone como responsable de la desaparición de su madre, y el asesinato de su papá.
TUMBAS
El 20 de junio de 1976, una patota al mando de Agustín Feced irrumpió en la casa de la familia Rosano, en Rosario, en busca de uno de sus hijos, Alfredo, apodado "Robin". No lo encontró, y decidió entonces secuestrar a la hermana menor, Susana Rosano. En el Centro de Detención que funcionó en los sótanos de la Jefatura, a cuatro cuadras de la casa familiar, el comisario Raúl Haroldo Guzmán Alfaro, alias "El mudo", le dice a la joven secuestrada: "vos te vas, pero a tu hermano, donde lo encontremos, te lo devolvemos en un seis manijas".
Tres meses después, el 16 de septiembre, una llamada anónima le comunica a la familia que a Robin "lo habían levantado". A partir de entonces, comenzó la recorrida por comisarías, iglesias, pasillos judiciales. Dos meses después, ante el vacío y el dolor, la madre de Alfredo murió. Tenía entonces 48 años.
En mayo de 1977 su padre recibió una citación del juez de Instrucción Patricio Lara. Dice Susana: "Mi papá estaba con una hemiplejia y depresivo, así que tuve que ir yo. El juez, al que le guardo cierto respeto, porque me contó la verdad, me dice: 'el 16 de septiembre, en un camino vecinal de Santa Teresa encontramos el cadáver de Alfredo Rosano'. A mi hermano efectivamente lo mataron horas después de detenerlo".
El cuerpo de Alfredo Rosano fue hallado a las 8 de la mañana del 16 de septiembre de 1976. A un costado de su cuerpo se encontraron cápsulas servidas. Fue fusilado en el lugar, y enterrado, junto a otro hombre, como NN en el cementerio de la localidad santafesina de Santa Teresa.
"Durante mucho tiempo me torturó pensar quién era ése que estaba enterrado con mi hermano. Denuncié el caso en organismos de derechos humanos, pero nunca supe si fue identificado. El juez Lara había abierto una investigación por averiguación de homicidio", cuenta Susana.
Ante el hallazgo de los jóvenes fusilados el dueño del campo radicó la denuncia ante la policía, y la justicia de la dictadura siguió el "procedimiento usual": intervino un juez ("creo que de Máximo Paz", duda Susana Rosano), se tomaron fotografías de los cuerpos, los trasladaron a la morgue de El Salvador y ante la ausencia de reclamos de familiares los sepultaron como NN.
"¿Vos sabés quién lo mató?", le pregunta el juez Patricio Lara a Susana Rosano.
"Yo estoy segura", contesta Susana, "Guzmán Alfaro me lo dijo".
"En un país como la gente esto tendría que ser investigado, pero estamos en la Argentina, en 1977. Lo único que te digo es que te cuides", se sincera entonces brutalmente el juez ante la hermana del militante asesinado.
DEL AULA A LA IDENTIDAD
"El sur de la provincia de Santa Fe se estremeció la tarde del domingo 26 de septiembre de 1976, cuando el agricultor Agustín Buitrón halló dos cuerpos muy baleados a un costado de la ruta, entre Carreras y Melincué. Se notaba que eran jóvenes, un varón y una mujer, rematados de un disparo de itaka en la cara, sin posibilidad de ser identificados. Hallaron sepultura en el cementerio de Melincué como NN. Durante más de 30 años, sus habitantes los cuidaron, les llevaron flores, custodiaron el expediente judicial labrado al momento del hallazgo", cuenta Eric Domergue en la edición de marzo del periódico Prensa Regional.
Y relata: "Un día, las nuevas generaciones, aquellas que no habían vivido el terror de la dictadura militar, comenzaron a involucrarse, a hacerse preguntas, a buscar la verdad. A propuesta de la profesora Juliana Cagrandi y de la directora Cristina Farioli, los alumnos de quinto año de la Escuela Pablo Pizzurno de Melincué entraron a escena. En junio del 2003 sintetizaron en un trabajo escolar lo poco que se sabía de los dos desconocidos asesinados. Durante siete años, Juliana, la profe, golpeó puertas, nunca se desanimó, apostó a que la verdad estallara… y ganó. Cuando la historia llegó a oídos de la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe, se puso en marcha un nuevo engranaje en la búsqueda de la identidad. Cuando vinieron a verme a Buenos Aires con una simple hipótesis, en noviembre del 2008, pude ver el expediente del 76. Profundicemos la búsqueda en esa dirección, les dije. Pero pronto surgieron contradicciones, las huellas dactilares de los dos cadáveres no pertenecían ni a mi hermano Yves ni a su compañera Cristina. Se desmoronó la pálida expectativa".
Sin embargo, la historia continuó, y las insistencias florecieron en verdad.
"En junio de 2009, el tribunal de Melincué convocó al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que exhumara los cuerpos. Durante once meses, el EAAF limpió los restos óseos, rearmó los esqueletos, los estudió, obtuvo sus ADN y los cotejó con la sangre de familiares de desaparecidos. Así, la ciencia abrió las puertas a la verdad. En mayo del 2010, me comunicaron que los NN de Melincué tenían nombre y apellido: Yves Domergue, mi hermano mayor, y Cristina Cialcetta, su compañera, secuestrados en Rosario cerca del 20 de septiembre de 1976. 34 años esperamos ese momento que nos devolvió a nuestros seres queridos que creíamos perdidos para siempre en las tinieblas del terror. Con la identidad llegó también la hora del fin de la impunidad: sus certificados de defunción constituyen pruebas irrefutables de los crímenes que ya fueron llevadas a los tribunales de Rosario, en el juicio contra Díaz Bessone y parte de la patota del comisario Feced a punto de concluir", cuenta Eric Domergue, quien en estos días presenta el libro "Melincué. Del aula a la identidad", una recopilación de artículos sobre el caso.
LOS RESPONSABLES
En el momento de producirse el secuestro y asesinato de Yves Domergue y Cristina Cialceta, el secuestro y desaparición de Isabel Ángela Carlucci y la ejecución de Víctor Hugo Fina y Alfredo Rosano, el árbol de las responsabilidades militares en el sur provincial señala al general Ramón Genaro Díaz Bessone como comandante del 2° Cuerpo de Ejército (que comprendía las provincias de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Chaco y Formosa), y por lo tanto como máximo responsable de esos crímenes.
Las responsabilidades se continúan en el general Andrés Aníbal Ferrero, segundo jefe de ese Cuerpo; el coronel Alfredo Sotera como responsable del Destacamento de Inteligencia 121; y el teniente coronel Pedro Miguel Colabella, que como jefe del Batallón Comunicaciones Comando 121 tenía a su cargo lo sucedido en la denominada Área 211, que abarcaba los departamentos santafesinos Rosario, San Lorenzo, Iriondo, Belgrano, Caseros, Villa Constitución y General López.
El general Ferrero fue detenido en 1987 e indultado por el ex presidente Carlos Menem. En 2006 fue llamado nuevamente a indagatoria, pero había muerto doce años atrás, en 1994.
El Teniente Coronel Colabella, promoción 1945 del prestigioso colegio Champagnat, tuvo a su cargo, como responsable del Batallón 121, el Centro Clandestino de Detención que funcionó en sus instalaciones. Se benefició con la ley conocida como "Punto final", dictada por el alfonsinismo de la mano de la obediencia debida. Murió en mitad de un proceso judicial contra el Estado Nacional, para recuperar los dólares que la política financiera del gobierno de la Alianza le "secuestró", a fines del 2001, en el Bank Boston y en el Banco Galicia.
El coronel Sotera -alias "Coco"- fue quien suscribió, el 2 de noviembre de 1976, un informe interno donde confirmaba los métodos ilegales de la represión estatal: "Estrictamente secreto y confidencial. Procedimientos de fuerzas legales. 1) Aciertos. El acierto más notable y que ha permitido el logro de los mejores resultados por parte de las fuerzas legales, se puede condensar en lo que se denomina 'operaciones por izquierda', aspecto del propio accionar para el que los integrantes de la Organizaciones Político Militares no están preparados..."
LAS PALABRAS
Parte del expediente Díaz Bessone fue elevada a juicio oral. Las audiencias se iniciaron en el Tribunal Oral Federal 2 (TOF2) de Rosario el 21 de julio de 2010. El 4 de octubre, el vetusto general declaró en el marco de esta causa. Sostuvo que "yo di la orden de aniquilar al enemigo en ámbito del Segundo Cuerpo de Ejercito en octubre de 1975". Y gritó entonces que "aniquilar significa, destruir, exterminar, reducir a la nada, matar, asesinar al oponente".
"En una guerra no se secuestra, ni se priva ilegítimamente de la libertad, se captura y apresa", reafirmó entonces Díaz Bessone.
Contra la brutalidad y el odio del general, se alzan las voces de los pibes. Sus palabras, que nos llegan en papelitos diversos, sus letras desparejas, apretadas, profundas.
En marzo del 2011, después de compartir estas historias con los alumnos de las escuelas de Juncal, los pibes nos hicieron llegar en papelitos sus miradas.
"El 24 de marzo empieza el día del dolor", se lee en uno de esos papelitos.
"Es necesario saber sobre la historia argentina, y más si nos sigue afectando en la actualidad", escribió una piba de años cortitos. Y otro pibe profetizó: "Fue una época horrible de nuestra historia, pero los culpables van a estar tras rejas".
Recién entonces, la memoria y la esperanza parirán su futuro más hermoso.
Y será justicia.
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Foto: Jorge Contrera.
Árbol en homenaje a Yves Domergue y Cristina Cialceta. Rosario.
Jorge Cadús: Es periodista. Es redactor de la revista Postales y de la página web de noticias Portal de los Pueblos. Forma parte del grupo editor del Proyecto Alapalabra, de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario, y es columnista de Crónicas del Sur (Radio AZ Rosario, sábados, 16 hs). Publicó "Postales de un desierto verde" (Tropiya ediciones, 2005); "Un tiempo ayer ceniza. Historias de la dictadura en el sur de la provincia de Santa Fe" (EMR, 2006) junto a Facundo Toscanini; y "Combatiendo al capital. 1973-1976. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (EMR, 2009), en colaboración con Ariel Palacios. En TV fue director periodístico de "Audiencia Debida. Crónicas del sur" (Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora), y actualmente de "Estación Sur. En los rieles de la patria", por esas mismas señales.
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