El día del niño siempre es ayer
Por Carlos del Frade.
Ayer
fue el día del niño en la Argentina. En realidad, siempre el día del
niño es ayer. Los diarios decían que las ventas de juguetes crecieron
casi un veinte por ciento en relación con el año anterior y que hubo
mayor cantidad de productos nacionales. Los gobiernos nacionales,
provinciales, municipales y comunales regalaron caramelos, juguetes y
actuaciones. Los parques y las plazas se llenaron de pibas y pibes junto
a sus familias. Valió la pena el día de ayer, el día del niño en la
Argentina. Por veinticuatro horas pareció volver aquello de los únicos
privilegiados, resurgió el imperativo moral de que con los pibes no y
muchos sintieron que los chicos y las chicas son sagradas como decían
los pueblos originarios. Pero el día del niño siempre es ayer en estos
arrabales del mundo.
El desafío es pensar en todos los días de todos los niños y todas las niñas en la Argentina de 2012.
Es
cierto que bajó la tasa de mortalidad infantil y la pobreza, pero hay
provincias donde los porcentajes gritan que el 63 por ciento de las
pibas y los pibes no tienen para comer bien todos los días.
Porque
los privilegios están claros en los números del presupuesto nacional:
la asignación universal por hijo e hija suma diez mil millones de pesos
contra cuarenta mil millones que se les da a las grandes empresas en
concepto de exenciones impositivas, asistencias crediticias, reintegros y
otras yerbas. Los grandes empresarios, cuatro; los pibes, uno. Allí
están los únicos privilegiados.
Porque hay casi un millón de
chicas y chicos que no escucharon el relato de un cuento de boca de un
mayor en los últimos tres años. Que no tienen preparada ni la cabeza ni
el alma para soñar con un final feliz y modificar aquella historia que
empieza con el había una vez de todos los días. Que al no escuchar un
cuento creen que siempre la realidad será igual y que no tendrán otra
posibilidad que no sea la resignación.
Porque hay otro millón de
pibas y pibes menores de doce años que saben qué es celebrar un
cumpleaños en los últimos cuatro años, según dicen las estadísticas que
se vienen publicando en los últimos años y no aparecen en los dichos de
los referentes de las principales fuerzas políticas argentinas. “No
tienen fotos de los cumpleaños. Eso que nosotros si tuvimos y nos
permitían, esas fotos, reconstruir la historia de la familia. Los pibes
que llegan a la Casa de Ruca Hueney, son los hijos de la pobreza, los
pibes descartables para el sistema”, dice con serenidad y firmeza Omar
Giuliani al comentar aquella cifra que da cuenta de la cantidad de
chicas y chicos que no son celebrados el día de su nacimiento.
Porque
en los barios populares del Gran Buenos Aires, Gran Rosario, Gran Santa
Fe y Gran Córdoba, ocho de cada diez pibas y pibes no terminan la
escuela secundaria y entonces la palabra futuro mete miedo. No hay
sentido para el presente y cuando se vive sin sentido, se mata o se es
muerto sin sentido.
El mismo sentido que explica la lógica
carcelaria del mayor estado de la Argentina, la provincia de Buenos
Aires, donde la mayoría de los detenidos son chicas y chicos menores de
veintiún años, procedentes de hogares saqueados.
El mapa más
frágil de la Argentina, el cuerpo de las chicas y los chicos, es el que
aparece maltratado en las noticias policiales cada vez con mayor
frecuencia y que va camino a naturalizar la perversión contra lo más
sagrado de un pueblo, como entendían las culturas que habitaron primero
estos lugares.
Porque en la cárcel de mujeres de Rosario el
principal castigo sigue siendo prohibir la visita del hijo o la hija el
día del niño; porque en la provincia de La Rioja, el gobierno de Beder
Herrera se dio el lujo de cerrar el primer jardín de infantes impulsado
por la mítica maestra Rosario Vera Peñaloza porque sus docentes están en
contra de la megaminería; porque hace ocho meses que no llegan las
becas para los hogares de menores de la provincia de Buenos Aires y
porque matar casi veinte chiquitos santiagueños como hizo la
multinacional inglesa GlaxoSmithKline costó solamente quinientos mil
pesos, la quinta parte de lo que factura en un solo día.
Porque el
sabor a alfajor de chocolate solamente aparece en el día del niño, el
día del niño siempre es ayer en la Argentina del tercer milenio.
Habrá
celebración de todos los días de todos los niños de la Argentina el día
que se recupere aquella realidad del país hecho a imagen y semejanza de
las mayorías, aquella donde la existencia concreta marque que las pibas
y los pibes volvieron a ser los únicos privilegiados, que con los
chicos no y que ellos, todas y todos los niños son sagrados.
Hasta entonces, siempre el día del niño será ayer.
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