Historia del represor
que se encariñó con el espía que había infiltrado en el ERP
Historia del represor
que se encariñó con el espía que había infiltrado en el ERP
Las huellas del mayor
Carlos Españadero, gran titiritero del Batallón 601. Ahora sale a la luz uno de
sus secretos mejor guardados: la vida y obra de su criatura más dilecta, Miguel
Ángel Lasser, que por rencor se enroló en el terrorismo de Estado.
Por Ricardo Ragendorfer
El paradero del mayor
Carlos Antonio Españadero aún era un misterio. Por motivos inexplicables, no
había trascendido que este militar de 81 años –quien durante la última
dictadura fue nada menos que jefe de Situación General del Batallón 601–
terminó tras las rejas el 6 de septiembre de 2012 por orden de la jueza federal
de Comodoro Rivadavia, Eva Parcio de Seleme, debido a su responsabilidad en la
desaparición del soldado José Luís Rodríguez Diéguez. En esa misma causa
también están procesados Teófilo Saa y Jorge Rafael Videla.
En el pasado, Españadero
se hacía llamar "Fernando Estevarena", "Doctor Peña" o,
simplemente, "Peirano"; sus pares lo llamaban "El Viejo".
Lo cierto es que aquel tipo de cabello levemente rizado, hombros caídos y edad
incierta tenía una semejanza con Adolf Eichmann: era un burócrata del
exterminio. Su especialidad consistía en el análisis y la valoración de
informaciones que – en la etapa previa a los secuestros masivos – se basaban en
denuncias, infidencias y presunciones. Aquella tarea le había permitido armar
un valioso archivo con fichas sobre cientos de personas sospechadas de llevar
al cabo "actividades subversivas". La mayoría fue luego capturada y
conducida a las mazmorras del Ejército.
Paralelamente, el mayor
cultivaba otra de sus habilidades: la "penetración" y el
"doblaje" del "enemigo". Tanto es así que desde mediados de
1974 estaba al frente de una pequeña pero auspiciosa red de agentes que él
mismo había elegido y entrenado para infiltrar a las organizaciones
revolucionarias. La gran estrella de su elenco fue Rafael de Jesús Ranier,
alias "El Oso", un soplón que se había instalado en el ERP. Se le
atribuye la entrega de medio centenar de militantes y las 53 bajas en el
delatado ataque al Batallón de Monte Chingolo; además, propició la localización
de casas operativas, talleres de armamento, imprentas y depósitos de
propaganda, donde murieron acribillados otros 13 militantes.
"El Oso fue un
verdadero héroe de guerra", diría Españadero, durante una entrevista con
el autor de esta nota, efectuada en la confitería Los 36 Billares el 27 de mayo
de 2004, cuya crónica publicó la revista Caras y Caretas en diciembre
del año siguiente (ver recuadro). En la ocasión, el represor también reveló la
existencia de otro espía enquistado en el ERP: Miguel Ángel Lasser, alias
"Facundo". El relato del represor al respecto fue minucioso e
ilustrativo, pero inacabado, ya que de esa trama él ignoraba los detalles de su
estrepitoso final. Aquellos hechos y circunstancias pudieron ser reconstruidos
a través de una investigación que incluyó testimonios y pruebas documentales.
La historia completa de Lasser recién ahora sale a la luz.
EL DOBLAJE. El 14 de febrero
de 1975, a
cinco días del inicio en Tucumán del Operativo Independencia, un pelotón de la Compañía de Monte Ramón
Rosa Jiménez, la milicia rural del ERP, recorría la orilla del río Viejo
Pueblo. Un tal "Daniel" encabezaba la columna. A la altura del paraje
Yacuchina, los insurgentes se toparon con una patrulla militar. La escaramuza
fue breve, pero virulenta. Daniel alcanzó a ver de soslayo a "Tito",
un estudiante tucumano, al ser atravesado por una ráfaga. Y gatilló su FAL
sobre el matador, antes de que una granada lo pulverizara. Daniel, de 24 años,
en realidad se llamaba Víctor Pablo Lasser. Una escuadra insurgente fue
bautizada con su nombre.
Ese homenaje no mitigó la
conmoción de Miguel Ángel ante la muerte de su hermano mayor. Esa granada
–según dio a entender Españadero 29 años más tarde– también hizo añicos sus
ideales. En ese momento, el joven se encontraba realizando tareas de apoyo al
foco del ERP desde San Miguel de Tucumán. Y decidió regresar a su ciudad natal.
Había nacido el 28 de agosto
de 1954 en Darregueira, un pueblo bonaerense de 4000 habitantes, situado a 30 kilómetros de La Pampa. Tercer hijo
del matrimonio formado por Catalina Hoffer y Vicente Lasser, creció en un
barrio de clase media. Cursó estudios primarios y secundarios en la escuela San
José Obrero, un establecimiento agrotécnico, del que egresó en 1973. Dos años
más tarde, convencido de que el ERP había impulsado a Víctor Pablo hacia una
muerte violenta, regresaría devastado por el rencor a la casa familiar de la
calle Rivadavia 169. Allí, días después, lo fue a buscar una patota del
Ejército.
Sus integrantes no dudaban
de que Lasser poseía datos precisos sobre la estructura del ERP; lo
sorprendente fue que él, con sumo beneplácito, ofreció brindarlos. Ello fue
rápidamente informado a la jefatura del Batallón 601, que ordena su inmediato
traslado a Buenos Aires.
"Lasser llegó en
libertad –evocó Españadero en esa encuentro de 2004– y fue alojado en el Hotel
Cosmos, sobre la calle Lima, de Constitución. Me ordenaron tomar contacto con
él. No costó darme cuenta que el muchacho tenía condiciones para ser
infiltrado. Disponía de 48 horas para convencerlo. Tuvimos una larga charla en
el Cosmos. Yo le insistía con lo de la infiltración; él, en cambio, no estaba
de acuerdo, y me dijo: 'Quiero pelear con un arma en la mano.' El chico tenía
una carga de bronca. Y le dije: 'No sirve que seas un justiciero; eso no
ayudará a nadie, ni a vos.' Lo convencí. El primer paso fue enviarlo a Tucumán
para marcar subversivos. Cumplió. A su regreso, se me ocurrió infiltrarlo en
Montoneros. Para entonces, ya había un vínculo afectivo entre nosotros. Conoció
mi verdadero apellido y a mis hijos. En aquellos días manifestó su interés en
hacer el servicio militar. Como ejercicio, le pedí que obtenga datos de otros
conscriptos. Y cumplió."
En el legajo de Lasser
–cuyo nombre de cobertura fue "Facundo"– consta que hizo el servicio
militar en el Comando de Arsenales de Palermo desde el 18 de septiembre de 1975
al 16 de marzo de 1976, cuando fue dado de baja, en el último licenciamiento.
Recién entonces fue subordinado orgánicamente al Grupo de Infiltración.
"El chico ya estaba para las ligas mayores", evocó el mayor, con un
dejo de melancolía.
Lo cierto es que, además,
"el chico" presentaba una psicología inquietante. Prueba de ello es
una batería con preguntas –"inventario de intereses", según la jerga
castrense – que debió completar para su ingreso. Allí, por caso, se le
preguntó: "¿Tiene amigos?" La respuesta fue: "Ninguno."
Españadero prosiguió con
su relato: "Pese a mi recomendación, no lo infiltraron en Montoneros sino
en el ERP. Un día, en el subte, se cruzó con un jefe de la Compañía de Monte, con
grado de capitán en la estructura guerrillera. Una pieza de caza mayor. Lasser
le fingiría amistad. Y se dieron una cita. Al día siguiente se encontraron en
una pizzería de Corrientes y Federico Lacroze. Previamente, nos dio aviso. Y el
encuentro se convirtió en una celada. El grupo de tareas lo empomó al
subversivo, y Lasser se fue silbando bajito. Pero alguien lo vio."
En este punto, el relato
del viejo militar fue impreciso. El tipo creía que una célula de
contrainteligencia del ERP lo capturó en su domicilio, ubicado en el cuarto
piso del edificio de la
Avenida de Mayo 1277. Y asegura que, luego de un severísimo
interrogatorio, Lasser fue ejecutado sin admitir su pertenencia al Batallón
601.
No fue exactamente así.
AL DESCUBIERTO. Es
asombroso y hasta literario como, en un punto, las versiones encajan. Y cómo,
luego, la verdad se bifurca. Tras liquidar el segundo café en un bar de
Congreso, Luis Mattini, el sucesor de Mario Roberto Santucho en la dirección
del ERP, se refirió a ese mismo viaje en subte relatado por Españadero, en el
que Lasser se encontraría con su futura víctima.
"Era el 'capitán
Armando'; su nombre real: Julio Abad –reveló Mattini –. Y quedó con Lasser en
una cita a concretarse en la pizzería Imperio, de Corrientes y Federico
Lacroze. En el interín, 'Armando' comentó el encuentro a unos compañeros en una
casa de seguridad. Al respecto, dijo que 'Facundo' estaba desenganchado y que
la idea era ponerlo en circulación. 'Voy a la cita', fue lo último que dijo
antes de salir. Minutos más tarde, llegó 'Matías', un compañero de
contrainteligencia. 'Armando fue a encontrarse con Facundo', le dijeron. A
'Matías', entonces, lo envolvió la desesperación, y exclamó: '¡Le tendieron una
trampa! ¡Facundo es un filtro!' Dicho esto, salió corriendo. Así llegó a la
esquina de la cita. Pero ya era tarde. Sólo llegó a ver como a Armando lo sacaban
esposado por una puerta, mientras Lasser salía tranquilamente por otra."
El secuestro se produjo el
1 de noviembre de 1976. Julio Abad sería llevado por sus captores a Tucumán;
allí transitó por los centros clandestinos Nueva Baviera y Arsenal Miguel de
Azcuénaga y murió tras brutales tormentos.
Se puede decir que, a
partir de entonces, Españadero obró con su querido filtro de manera
desaprensiva. La lógica indica que, luego del secuestro de Abad, Lasser tendría
que haber sido desactivado por un tiempo. Ello no sucedió, ya que el filtro no
tardó en establecer una cita con otro militante en una parada de colectivos.
Esa vez la trampa fue para él. Y consistía en simular un operativo del
Ejército. Para ello, se utilizaron dos Falcon verdes. En el trayecto, se
cruzaron con dos móviles del Batallón 601. El saludo entre sus ocupantes fue
muy cordial Lasser fue "chupado" en esas circunstancias.
"¡Guerrillero hijo de puta!", le insultaron los falsos represores, al
compás de unos cachetazos. "¡Paren! ¡Soy tropa propia! ¡Llamen a
Españadero!", exclamó el espía. Fue su confesión.
Tras ser sometido a juicio
revolucionario, Lasser fue ejecutado. Su cadáver apareció al día siguiente en
un basural de Avellaneda.
Tal vez en el penal de
Marcos Paz, Españadero pueda llegar a enterarse del verdadero final de esta
añeja historia.
El hombre que no le daba
la espalda a las ventanas
La cita con Españadero
tuvo un comienzo accidentado. El anciano represor llegó antes de hora y, como
buen agente de inteligencia, se ubicó en una mesa del fondo, dominando de ese
modo el ventanal que daba a la
Avenida de Mayo. Pero yo ingresé por Rivadavia. Ello le
provocó un ramalazo de irritación, que se vio acentuado cuando saludé a un
conocido que por casualidad estaba allí. Sin embargo, sus nervios terminaron de
explotar al advertir la presencia de un fotógrafo que retrataba a una cantante
de zarzuela que debutaba en el Teatro Avenida. El hombre se creyó víctima de un
complot para desenmascarar su identidad. Fue difícil disuadirlo. Luego, ya
calmado, abordó la figura del "Oso" Ranier.
"Era un campeón
–dijo– estaba en logística del ERP, un lugar clave. Allí hizo contactos
valiosísimos; estaba al tanto de los grandes operativos y se enteraba de todo.
No bien llegaban sus informes, yo me ponía a trabajar. Su obra maestra fue lo
de Monte Chingolo. Ya habíamos detectado una movilidad muy grande en la zona.
Pero estábamos desorientados. Así fue como el 'Oso' aportó algunas puntas;
entre ellas, una cita con un tal Pedro, que resultó ser nada menos que Juan
Ledesma, el jefe del Estado Mayor de Santucho. Fue interrogado durante semanas
y murió cantando la marcha del ERP, sin largar un solo dato. Pero en sus ropas
había algunas servilletas de papel que nos llamaron la atención porque tenían
anotaciones: nombre, lugares y… puentes. Esos papeles los analicé con
minuciosidad; entonces, luego de cuadricular la información, me avivé de que
esos puentes conducían al Batallón de Arsenales. Así supimos que el objetivo
del ataque era Monte Chingolo. Pobre Oso. La idea era preservarlo. Pero no se
pudo. El ERP lo ejecutó poco después."
Españadero sostuvo haber
integrado el Batallón 601 entre 1970 y 1977, y se jactaba de no haber torturado
jamás a nadie. "Yo sólo interrogaba. Ese era mi trabajo. En los centros de
detención, me ponía detrás de un tabique y en esas condiciones trataba a la
persona que debía interrogar. Sólo preparaba informes. Mi jefe tenía en claro
que yo me oponía a la tortura."
Españadero también aseguró
haber salvado de la muerte a muchos detenidos. Pero, por el momento, no ha
encontrado a nadie que pueda confirmar eso. A la vez, insiste con que no se
enriqueció con su trabajo. Dijo vivir "de prestado" en un galpón
próximo al cementerio de Flores. Y que trabaja de taxista. Entonces, exhibió como
prueba su raída vestimenta: "Para que usted vea que los represores no
robamos."
Pero sobre él pesa una
acusación macabra: haberle cobrado 25 mil dólares al teólogo alemán Ernst
Käsemann, a cambio de permitirle acceder a los restos de su hija, asesinada por
los militares en 1977. Además, supo tener otra tarea: se dedicaba a recibir
familiares de desaparecidos alemanes que iban a buscar ayuda a la embajada de
ese país. Y, desde luego, los interrogaba, además de obtener algunas ganancias
mediante la venta de informaciones falsas.
Dicen que, pese a su bajo
rango, fue el cerebro del Batallón 601.
Ahora está a buen
resguardo.
12/05/13 Publicado en Tiempo
Argentino y El Ortiba http://www.elortiba.org/
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